Un artículo escrito por Rosa Meneses, en el diario español El Mundo, el domingo 20/10/2013:
La liga de fútbol libia se juega en estadios vacíos por razones de seguridad. Ante el deterioro de la situación que se vive en el país norteafricano, las autoridades prohibieron que los aficionados asistieran a los partidos porque nadie era capaz de controlar a las bulliciosas multitudes, que acudían armadas a las gradas.
Y es que el mundo del fútbol no se ha librado de someterse –como el resto de la sociedad libia- a los dictados de las milicias armadas que operan en el país y que imponen su voluntad a punta de 'kalashnikov', desde que en 2011 el país se levantara en armas contra el régimen de Muamar Gadafi y lograra darle muerte, hace hoy dos años.
En vísperas del aniversario de la captura del dictador, uno de los equipos de fútbol más importantes de Libia, el Al Ahly de Trípoli, acaba de anunciar que se retira de la liga a causa del acoso de los ex rebeldes. Es su manera de protestar por los continuos ataques que sufre. El pasado lunes, su jugador estrella Mohamed al Maghrabi recibió un disparo en su brazo derecho y tuvo que someterse a una operación para retirar la bala.
Otros futbolistas del equipo han recibido amenazas. Y hace una semana, cuando Al Ahly empató 1-1 contra el Al Suwaihli, tres hombres tirotearon a los jugadores desde un coche. El entrenador, el egipcio Hosam al Badri, fue despedido y el asalto le afectó tanto que regresó a su país inmediatamente.
"Atacan a Al Ahly porque estamos teniendo buenos resultados en la liga", era la conclusión que el presidente del equipo, Sasi Buown, revelaba al periódico Libya Herald. Pero el pulso de las milicias contra Al Ahly ilustra muy bien lo que está pasando en Libia. Los antiguos rebeldes se negaron a entregar las armas nada más terminar la guerra y, desde entonces, su poder no hace más que ir en aumento.
Pujantes milicias
El vacío institucional al que se vio abocada Libia tras la caída del régimen de Gadafi favoreció la pujanza de estos grupos armados. Las autoridades transicionales confiaron a los 'zuwar' (revolucionarios, como se autodenominan) la seguridad de las ciudades, el control de las fronteras, la gestión de los centros de detención y la protección de las instalaciones estratégicas del país.
Las milicias –que obedecen a ideologías y lealtades muy diversas- fueron dotadas de legitimidad y cada grupo armado ha utilizado ese poder para conseguir imponer sus demandas. Tanto, que en abril pasado, por ejemplo, varias brigadas tomaron tres ministerios para obligar al Gobierno a adoptar la Ley de Aislamiento Político, que excluye del poder a antiguos colaboradores de la era Gadafi.
Y el caso más flagrante de que el país entero se deshace como un castillo de naipes ante la ley impuesta por los 'zuwar' es el secuestro exprés del primer ministro libio, Ali Zeidan, el pasado 10 de octubre.
"El problema es la ausencia de un monopolio legítimo de la violencia que debería tener el Estado y las fuerzas de seguridad. Pero pedir esto tras una guerra civil y décadas de régimen personalista es difícil", señala Haizam Amirah Fernández, investigador principal para el Mediterráneo y el Mundo Árabe del Real Instituto Elcano.
"Las milicias amenazan y obligan a legislar de determinada manera", constata Amirah. "Lo que hay es una amenaza de terror que impide que al final las normas las impongan las instituciones del Estado", añade.
Un Gobierno ineficaz
Paralelamente, las milicias se benefician de la ausencia de un Estado y la falta de un Gobierno eficaz. "Las miras estrechas de los diferentes actores políticos y los enfrentamientos están evitando que haya instituciones que funcionen y provean de servicios a la población", subraya Amirah.
El Congreso General Nacional (CGN), la más alta autoridad del país, es en realidad un órgano disfuncional, una institución sin un propósito claro y cuyas responsabilidades están difuminadas. "Libia está perdiendo un tiempo precioso", considera este experto.
"El problema es estructural, se arrastra por la falta de cultura política en un país donde ha faltado la alternancia de los partidos políticos e instituciones representativas", agrega.
A su lado, el Gobierno del liberal Ali Zeidan es constantemente cuestionado por su "ineficacia", sobre todo por ser incapaz de integrar a las milicias en un ejército regular y una policía. Un gran problema que puso de manifiesto su secuestro. "Fue una señal de alarma seria", dice Amirah.
Espacio para el “yihadismo”
En el último año, la incapacidad política y el deterioro de la seguridad están creando más espacio para grupos “yihadistas” como Ansar al Sharia, responsable de la muerte en septiembre de 2012 del embajador de EEUU Chris Stevens en Bengasi. El grupo es muy activo en el este del país y se beneficia también de la falta de control efectivo de las porosas fronteras libias, miles de kilómetros en contacto con una zona en ebullición por donde fluye el contrabando de armas y personas.
Pero lo que ha disparado la anarquía y puesto en marcha una serie de dramáticos acontecimientos ha sido la captura en Bengasi de uno de los líderes de Al Qaeda, Abu Anas al Libi, por parte de comandos estadounidenses, el pasado 5 de octubre, considera el investigador libio Anas el Gomati, en un artículo publicado en Al Monitor.
"El yihadismo en Libia está muy vivo, pero existe ahora en forma de milicias localizadas con objetivos divergentes", escribe. "La captura de Al Libi podría ser la señal para una nueva trayectoria de Al Qaeda y sus grupos afiliados" en Libia, agrega.