Tras una semana tumbando páginas web, los miembros de Anonymous han decidido tomarse un respiro en su cruzada en defensa de Wikileaks y Julian Assange. Este colectivo, que ejerce su activismo político a tiempo parcial, detuvo ayer sus ataques a sitios de empresas y políticos para, según anunciaron, escuchar sugerencias sobre las armas a usar en sus próximas ofensivas. Detrás de esta pausa en la acción también está la propia naturaleza de este movimiento difícil de clasificar.
La teoría clásica sobre el poder sostiene que todo colectivo debe tener un mínimo de organización y jerarquía. Hasta las ancestrales bandas prehistóricas necesitaban de un caudillo para sobrevivir como grupo. Pero Anonymous, que se ha hecho famoso ahora tras atacar las páginas de Visa o Mastercard, lleva actuando desde 2006 sin necesidad de jefes y sin más organización que la que puede ofrecer una charla en un chat. Sin embargo han podido dejar fuera de combate, al menos parcialmente, las webs de las dos principales entidades emisoras de tarjetas, la de un banco suizo o la de PayPal, la principal plataforma de pagos de internet.
En septiembre hicieron lo mismo con las de la SGAE o el Ministerio de Cultura. El jueves lo intentaron de nuevo contra Amazon, la librería on-line. Según dijeron ellos mismos, necesitaban 5.000 personas enviando desde sus ordenadores peticiones de forma simultánea y continuada a la web para que sus servidores cayeran exhaustos (es lo que en seguridad informática se llama ataque de denegación de servicio o DDoS, por sus siglas en inglés). Pero el ataque fracasó.
"Hay disensiones"
En una inesperada nota de prensa que dieron a conocer el viernes, los miembros de Anonymous ofrecieron las razones de sus recientes acciones, incluida la fallida contra Amazon. "Tanto Anonymous como los medios que están siguiendo sus acciones han constatado que hay disensiones entre los individuos del colectivo. Esto, sin embargo, no significa que la estructura de mando de Anonymous esté fallando por una simple razón: Anonymous tiene una estructura de mando muy laxa y descentralizada, que funciona sobre ideas más que directrices".
Sin tener en cuenta esta acefalia y organización en red no se puede entender lo que es Anonymous. Los escasos miembros del colectivo que han hablado ni son cabecillas ni se definen como portavoces o representantes. Solo han explicado, y sin demasiados detalles, cómo actúan. Aunque nacieron en foros de internet como 4Chan, se coordinan por medio de charlas en el IRC (Internet Relay Chat, el primer sistema de mensajería instantánea). Hablan y, casi por empatía, deciden qué hacer. Al menos, así está siendo en esta campaña de contraataque contra todo aquel que ataque a Assange o a Wikileaks.
"La suya es una forma de actuar anárquica. Nos cuesta entenderlos", explica el director técnico de Panda Labs la principal empresa de seguridad española Luis Corrons, también miembro del Consejo Nacional Consultor sobre Ciberseguridad. "La sociedad está organizada con jerarquías, pero aquí las decisiones se toman sobre la marcha", añade.
Anonymous también reconoce su peculiaridad. "No creemos que haya un movimiento similar en el mundo hoy y, por eso, tenemos que aprender mediante ensayo y error", asegura este colectivo en su comunicado. Los posibles problemas de esta falta de jerarquía se acrecientan, además, a medida que se unen más personas al movimiento. Pero unirse a Anonymous no significa darse de alta ni hacerse un carnet del partido. Cualquiera puede hacerlo con descargar un programa (LOIC) que permite lanzar peticiones masivas desde el ordenador y de forma coordinada con otros. Casi 50.000 personas se lo han descargado en los últimos días. Este ejército de voluntarios es el que realmente ha echado abajo la web de PayPal, no Anonymous. "Es el punto débil y a la vez fuerte de Anonymous", sostiene Corrons. "No hay una cabeza que puedas descabezar pero les puede costar coordinarse y, en algunas acciones, generar escisiones", completa.
Algo como eso debió de pasar el viernes. Al tiempo que lanzaban su penúltimo ataque, esta vez contra la página de procesamiento de pagos Moneybookers, anunciaban que detenían los ataques DDos y ponían en marcha la operación Leakspin. Ahora el objetivo es acabar con la intermediación de los periódicos que recibieron de Wikileaks los cables de las embajadas de EEUU. Apenas han sido publicados 1.300 de los 251.000 que hay en los servidores de Wikileak. Anonymous quiere redistribuir esa ingente cantidad de información. Como dicen en el anuncio de cambio de estrategia, "ellos no temen a LOIC, temen la publicidad".
Contra la EFF
En el freno a los ataques DDoS contra webs financieras y políticas también ha pesado el descontrol propio de un movimiento tan espontáneo como este. Dos detalles ayudan a revelar el miedo del núcleo duro de Anonymous a que las cosas se desmanden. Ayer, la web de la Fundación Fronteras Electrónicas (EFF), pionera de la defensa de los ciberderechos, sufrió un ataque DDoS. El hecho sucedió después de que John Perry Barlow, confundador de EFF, criticara estos ataques por ir contra el espíritu libre y abierto de la red y por perjudicar la causa de Wikileaks. Desde Panda Labs, Corrons da otro detalle. "Un delincuente informático nos dijo que tenía 30.000 ordenadores zombi a su disposición para unirse al ataque", cuenta. El riesgo a ver dañada su imagen de vigilantes de la libertad de la red puede haber pesado en Anonymous.
Los ataques como los protagonizados por este colectivo, además, son delito en muchos países. En España, como recuerda el abogado Carlos Sánchez Almeida, no lo será hasta el 23 de diciembre próximo. "Con la entrada en vigor de la reforma del Código Penal, será tipificado como delito de daños informáticos".
Días que cambiaron la cibermilitancia
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