Por: Delia Rodríguez
Guerra semántica en las redacciones de todo el mundo. Unos tíos llamados Anonymous van y tumban las páginas corporativas y las plataformas de seguridad en las transacciones online de algunas de las empresas financieras más serias del mundo. Se llaman Mastercard, Visa o PayPal, así que hay que darlo bien gordo y bien arriba. Hasta ahí bien. El problema llega cuando hay que titularlo. ¿Cómo llamamos a esos tipos? ¿Hackers, activistas, internautas, geeks, piratas, fans, filibusteros, milicia, ciudadanos, antisistemas, grupo, organización? Todos han optado por alguno de esos trajes, pero ninguno le sienta bien a lo ocurrido ni en inglés ni en español. O le queda grande o pequeño o le chirrían los colores. Anonymous, claro, se ha muerto de risa con lo ocurrido.
Todos han sufrido el problema y es normal. Ningún término puede describir en una palabra al enemigo porque luchar contra una colmena es algo nuevo. Tampoco ha habido éxito describiendo la pelea: guerra, guerrilla, batalla, revolución, movilización, protesta, vandalismo, ataque, escaramuza o la que más guste al redactor jefe + el prefijo 'ciber'. Mientras a alguien se le enciende la lucecita y rescata un latinajo (en serio: The Economist lo ha intentado con "democracia ateniense" y The Examiner con "hydra"), este es un pequeño diccionario para hablar con propiedad de lo-que-sea que esté pasando:
Hacker: es el superhéroe con extraordinarios conocimientos técnicos de seguridad informática. Idealizados por el cine, desde la invención del término han evolucionado y en la actualidad están bastante bien adaptados al sistema (Marck Zuckerberg podría considerarse uno de ellos). En teoría poseen un código moral, la famosa ética hacker, que defiende valores como la meritocracia, la búsqueda de la excelencia intelectual o la transparencia que han acabado siendo también valores inherentes a internet. Julian Assange es la quintaesencia del hacker, tanto por ideología como por conocimientos: ha renegado de su pasado de hacker juvenil, pero sólo un hacker haría público un fichero encriptado con su "seguro de vida". Sin duda hay muchos hackers en Anonymous, pero la mayor parte de ellos no son miembros de esta élite intelectual sino tropa. Cualquier oficinista puede hacer un ataque DDOS sin demasiados conocimientos. Llamarlos hackers es, como bien dicen en Anonymous, como llamar a los friegaplatos "ingenieros en higienización de utensilios de restauración".
Ciberactivista: ser hacker no está al alcance de cualquiera, pero sí el activismo ideológico a través de la red. Describir lo que hace Anonymous sólo con esa palabra resulta tan reduccionista como exagerado 'hacker'. Además de discutible porque existe cierta violencia en sus actos y el ciberactivismo es de tradición pacífica. De hecho existe un gran debate en la red sobre si el uso de los ataques DDOS como arma está justificado o si todo depende del fin. ¿Es activismo lanzar pedradas a los sistemas informáticos de las empresas o pasa ya a otra categoría? Tampoco encaja denominar así a un grupo con unos objetivos tan difusos y gamberros como Anonymous, que hoy lucha contra la censura y ayer contra los modernos o contra Justin Bieber. ¿Es correcto utilizar la misma palabra para un miembro de 4chan que para la activista cubana Yoani Sánchez o un bloguero chino que se juega la vida? Si alguien les pregunta por sus ideales se arriesga a que le respondan "I did it for the lulz" (una broma intraducible que sólo entienden los iniciados). El prefijo "ciber" también es discutible, porque esa no-ideología difusa la comparten millones de personas en el mundo real y limitarlo a internet es una forma de quitarle valor. Además, a veces Anonymous ha realizado acciones fuera de la red como cuando se pusieron a gritar con megáfonos el final del nuevo libro Harry Potter en la cola de una librería la noche de su lanzamiento.
Pirata. Es la persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar. Se ha abusado de esta palabra en los medios para describir a los que copian material informático o audiovisual o realizan descargas de internet, a pesar de que esto último no es ningún delito en España (de momento). Nada que ver con los Anonymous.
/b/astard. Los "bastardos" son los habituales de /b/, el subforo dentro de 4chan que tan mala -o buena- fama da al segundo foro más grande del mundo, criadero de memes y foco de cultura popular de la red. Nadie utiliza su nombre, ya que el anonimato es una de sus grandes tradiciones, sólo comparable con el trolleo sistemático de todo lo que se mueve y la falta absoluta de moderación. Su fundador es Moot, veinteañero, troll supremo, rey del laisez faire y anterior hombre del año de Time gracias a unas votaciones apañadas por sus bastardos. De 4chan surgió Anonymous y muchos de sus miembros son habituales, pero no todos los miembros de /b/ son Anonymous. De hecho, también les zurran en el foro por pesados. Seis millones de personas son habituales de 4chan, pero ha permanecido tan desconocido hasta ahora que incluso se hacen entrevistas a sus miembros (¿?). Conservan su vocabulario y su forma de hacer propaganda.
Ciberguerra. Las ciberguerras existen, pero como un arma más dentro de las estrategias bélicas de los países. Ya las ha habido en Estonia, en Georgia, en Siria o en Irán; Europa y EEUU poseen políticas al respecto y, como las guerras, van de países y ejércitos. Sin embargo "con el episodio de Wikileaks, se han desequilibrado, implican a actores civiles y la acción de Anonymous se puede asemejar a la de la contra-insurrección, como tantas minas fuera de la carretera dispuestas alrededor de la administración americana. Vehículo hasta aquí, internet se ha convertido ahora en el campo de batalla, en el objetivo. La guerra tecnológica ya no es más un adjetivo que califica el ataque: es el objeto", resumen en Owni. Muchos, incluso dentro de Anonymous, consideran que en todo caso se trata de una guerra de información (infowar) y no de una ciberguerra. La nueva Operación Leakspin, que parece surgir de la Operación Payback, llama a la lucha a través de la información aún sepultada dentro de las revelaciones de Wikileaks.
Coolblood y el adolescente holandés. Hay un detalle que muchos medios no han entendido de Anonymous y es que... es anónimo. No hay cabecillas, ni líderes, ni portavoces. Ni siquiera se sabe qué Twitters podrían ser oficiales, si es que esa palabra puede usarse. Bien pensado podrían serlo todos. Anonymous es tu sobrinito de 16 años, tu compañero de cubículo o tú mismo, que estás un poco harto de todo y sabes instalar un programa y seguir instrucciones. Hoy sí y manaña no, en cualquier país y por cualquier causa. Ni siquiera hace falta a estas alturas saber qué es 4chan. Cuando alguien ha salido a la palestra a hablar de Anonymous en algún medio porque lo han encontrado en el chat de la organización (como el ya famoso Coolblood) por lo general lo único que ha hecho ha sido repetir consignas sabidas (que si somos la conciencia de la red, que si somos legión), ideas plasmadas en panfletos, o remitirse a su mitología anarquista (V de Vendetta, el Club de la Lucha, etc.). Por la misma razón, creer que el culpable es un sólo chaval holandés es absurdo.
http://blogs.elpais.com/..../2010...diccionario-hackers-ciberguerras.html
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