Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos |
Sometido por la brutalidad de las armas y encadenado por el odioso Código del Indígena (*) que le despojaba de sus derechos y de sus bienes, el pueblo argelino ha padecido desde la invasión francesa de 1830 los peores abusos del despiadado sistema colonial. Todas sus revueltas de resistencia contra la ocupación fueron aplastadas en sangre. Pueblos enteros fueron extermiando y los combatienes argelinos fueron asesinados o deportados a islas lejanas, a Nueva Caledonia, sin esperanza de poder volver. El viaje se hacía en condiciones atroces, similares a las de los africanos a los que se transformaba en esclavos al servicio de los conquistadores de la “Nueva América”. Pocos de ellos sobrevivirían.
Mientras que se calculaba en unos tres millones de individuos la población argelina antes de la invasión del ocupante francés, en menos de veinte años el ejército colonial la redujo a un tercio. El ejército colonial multiplicó metódicamente carnicerías y masacres con el objetivo de diezmar a las poblaciones autóctonas y permitir a los colonos franceses instalarse en los territorios vaciados así de sus habitantes.
El infierno colonial prosiguió para varias generaciones de argelinos que vivieron secuestrados y martirizados en su propio país hasta la independencia en 1962. Sin embargo, obligada por el nuevo contexto internacional de la postguerra y los Acuerdos de Ginebra que prohibían toda forma de trabajos forzados, Francia había tenido que abolir en 1946 el Código del Indígena en vigor en sus colonias, pero no lo abolió en Argelia, donde el pueblo no debía acariciar en absoluto el sueño de la libertad. Para lograrlo y en nombre de la Argelia francesa, se desplegaron unos colosales medios de guerra sobre el suelo argelino y las filas del ejército colonial llegaron a alcanzar los 500.000 soldados para acabar con la revolución argelina, mientras que antes de que ésta se desencadenara había 40.000 soldados. Francia era muy consciente de que el destino del imperio colonial se jugaba en tierra argelina y se dotaba de los medios para quebrar esta Revolución e impedir que se lograra la independencia de esta colonia. Pero a pesar de todo su sofisticado arsenal militar, Francia no logrará detener el curso de la historia decidido por un pueblo ávido de libertad y el 5 de julio de 1962 Argelia celebró su independencia.
Y si se habla de Revolución ejemplar es simplemente porque la resistencia y el combate del pueblo argelino desbordaron rápidamente las fronteras del país para extenderse como ejemplo a otros pueblos colonizados, en particular sus vecinos africanos que sobrevivían bajo la dominación de los Imperios francés y británico. Se puede decir que la guerra de liberación llevada a cabo por el pueblo argelino contra la potencia armada francesa fue un elemento fundamental en el desmoronamiento del edificio colonial francés, cuya crueldad se mostraba al fin a ojos del mundo entero. Esta guerra duró siete años y causó más de un millón de víctimas argelinas. Fue una de las guerras más atroces a las que se entregó el ejército colonial francés, un ejército tanto más frustrado en cuanto que acababa de sufrir una amarga derrota en Indochina y, por lo tanto, estaba decidido a rehacerse sobre el cadáver argelino para que viviera el mito de la “Argelia francesa” (**) a costa de cualquier precio y de cualquier medio. Y entre estos medios hubo un amplio abanico de prácticas y de crímenes de guerra que iban desde quemar pueblos enteros con sus habitantes dentro, lo que dio la gloria a los generales franceses desde los primeros años de la colonización (el apogeo del imperio), hasta el sistema de la tortura metódica y bárbara de la década de 1960 que salpicó a los generales que tomaron el relevo y contribuyó al declive del imperio colonial (***). Sin embargo, toda esta cronología de crímenes no impidió a los padrinos del colonialismo rehabilitarlo por la vía oficial en Francia adoptando una ley (23 de febrero de 2005) que reconocía sus aspectos positivos, mientras que sus millones de víctimas siguen luchando para lograr que sea reconocido como un crimen contra la humanidad al mismo título que la esclavitud.
Tras 132 años de crueldad colonial el pueblo argelino podía impregnarse de la luz de la libertad. Por fin es amo de sí mismo y puede decidir su destino, al menos eso creía, ingenuamente. Desgraciadamente, las cosas se presentan de manera muy diferente y muy pronto los argelinos se verán confrontados a la adversidad del neocolonialismo. Incluso vencidas políticamente las potencias coloniales conservan una capacidad de hacer daño que resulta igual de fatal para las nuevas y frágiles independencias africanas. Su sistema colonial se transformó rápidamente en neocolnial y se desplegó como un pulpo, inflitrando sus tentáculos en las diversas esferas de los recién nacidos Estados y parasitando todos los proyectos de emancipación real. En el plano económico es donde las potencias coloniales decidieron causar estragos sobre todo creando el negocio de una cooperación completamente específica destinada esencialmente a garantizar sus intereses despojando poco a poco a las antiguas colonias de su soberanía. La evolución de la situación, tanto en Argelia como en el resto de África durante estos últimos cincuenta años “de independencia”, da testimonio de esta voluntad de las grandes potencias de conservar bajo su control las riquezas de estos países, sobre todo creando disensiones entre los grupos de la sociedad, favoreciendo tanto la inestabilidad y/o la mala gobernanza como la emergencia de dictaduras que garanticen sus intereses en detrimento de su pueblo. No hay más que pensar en estos dictadores criminales que reprimen a sus pueblos y los matan de hambre, particulamente en África, saquean sus países para edificar colosales fortunas personales y se pavonean por el mundo bajo las alas protectoras de las “madres patria” de antaño.
Sin embargo, este injusto statu quo que sustituyó al protectorado de hecho por las independencias no podía sobrevivir a las aspiraciones de las jóvenes generaciones de africanos que tienen sed de libertad y de democracia. Y en Argelia brama cada vez más fuerte la revuelta del pueblo al que se ha expoliado de los logros de su Revolución. En adelante la democracia ya no será un engaño en tierra argelina. Se hace posible gracias a la voluntad del pueblo y al contexto internacional que ha destituido el monopolio de las grandes potencias sobre los asuntos africanos y argelinos. La globalización ha permitido la emergencia de otras fuerzas económicas que favorecen de hecho el advenimiento de un nuevo orden mundial que dará paso al diálogo y la solidaridad entre los pueblos. Diversificando sus intercambios, sobre todo haciendo negocios con nuevos socios económicos como, por ejemplo, China, Brasil y otros, Argelia y varios países africanos podrán librarse del dominio de los padrinos del neocolonialismo y construir una cooperación sana que benefice por fin a su país. Sólo de este modo la independencia argelina, tal como la quiso su ejemplar Revolución, podrá levantar el vuelo y permitir al pueblo argelino vivir en democracia en un Estado de derecho conforme al espíritu de la Declaración del 1 de Noviembre de 1954 que refleja sus aspiraciones.
Zehira Houfani Berfas es escritora.
Notas de la traductora:
(*) El Código del Indígena (publicado 28 de junio de 1881) distinguía a los "ciudadanos" franceses (con orígenes europeos) de los "sujetos" franceses (los indígenas). Estos últimos estaban privados de la mayoría de sus derechos políticos.
(**) Según este mito, entre franceses y argelinos regiría una justicia imparcial.
(***) En relación a las torturas del ejército francés, véase la receinte publicacion en castellano de Henri Alleg, La Question, Hiru, 2010, libro en el que se relatan las torturas que padeció el periodista H. Alleg. El libro se publicó en Francia inmediatamente después de éstas y causó una verdadera conmoción en este país y en Europa.Ver también: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=115862
Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=21625
rCR
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